Entrevista de Albero Gordo para El Cultural. [12 junio 2014]


El escritor publica su último e innovador volumen de cuentos, Bulevar (Páginas de Espuma), en el que alterna textos realistas con audacias más o menos experimentales.

En uno de los últimos textos de Bulevar (Páginas de Espuma), último libro de Javier Sáez de Ibarra (Vitoria, 1961), precisamente en el texto que da título a esta antología de cuentos, el autor plantea, a través de varias discusiones entre personajes, toda una teoría del relato corto. Una reformulación que complementa y, en ocasiones, contradice la "defensa" de este libro, que es un texto que el escritor creyó conveniente introducir a modo de prólogo. Todo junto, estos cuentos, algunos al modo clásico y otros más vanguardistas, con su defensa y su armadura innovadora, son, forzosamente, un modo de interpelar al lector. Los personajes dialogan, buscan y se preguntan si hay salida tras Hemingway o Carver. Por ejemplo. Si están todos los caminos del cuento trillados. Si hay margen de maniobra en el campo abierto de la narrativa breve. Y por eso, por todo ello le preguntamos hoy a Javier Sáez de Ibarra. Y lo hacemos, además, por boca de sus personajes.

Pregunta.- Le cito a Irma, de Bulevar: "Miren a Borges por ejemplo. Gastó su vida entre bibliotecas, publicaciones, conferencias, editoriales... Diríamos que llevó una vida más bien gris. Sin embargo, por medio de su cultura y de la imaginación fue capaz de hablar de la pasión y del destino de los hombres, de la amistad y la traición, o del misterio del Universo".

Respuesta.- Hay quien piensa que para crear hay que llevar una vida extraordinaria y quien piensa que para crear hace falta un grado de penetración en la vida. Yo creo que de cualquier hecho en nuestra vida hay tantas cosas implicadas que se puede llegar muy lejos. Y la literatura puede trabajarse a través de experiencias anodinas, siempre que se miren con cierta profundidad.

P.- "El cuento es un género difícil, no crean. Quizá tanto como la novela".
R.- Bueno, esta es una discusión de la que podríamos decir que hay hasta bandos. Yo creo que escribir un buen libro de cuentos, bien armado, es tan difícil como escribir una buena novela. Ficciones, de Borges, no creo que esté al alcance de muchos novelistas del XX. Es decir, un buen cuento o un cuento original se puede conseguir, quizás, sin excesiva dificultad, pero un buen libro de cuentos comprende un mundo tan complejo como el de la novela.

P.- "Quieren verlo todo y entonces terminan por no ver nada. Lo mismo es con los textos. El relato aspira a dar una idea, y solo una".

R.- Yo no estoy totalmente de acuerdo con esa frase de mi personaje. Por un lado, sí comparto la idea de que la dispersión es peligrosa. La idea del zapping cultural o intelectual es un peligro para el conocimiento y una fuente de engaños y de distracciones. Pero no puedo estar de acuerdo con que el relato ha de tener una sola idea, como dice la visión canónica. Aquello de Allan Poe de que el cuento ha de producir una sola sensación final. Yo creo que un cuento del siglo XXI ha de ser mucho más plural y fragmentario, ha de ofrecer múltiples sugerencias y no se puede acortar a una sola idea. El cuento es mucho más libre que todo eso.

P.- "Para aprender hay que leer: autores que son ya clásicos y otros de hoy que quizá lo sean mañana. A todos hay que acercarse: Hemingway, Felisberto, Aldecoa, Rodoreda..."

R.- Lo suscribo, claro. Yo creo que la lectura va madurando al escritor, y esto es un consejo para los escritores que empiezan: uno puede tener buenas ideas o un genio verbal muy grande, pero a veces se cometen ingenuidades que de alguna forma se van curando con la lectura; a veces imitando a un modelo (cosa que yo no he hecho, aunque me consta que algunos han trabajado así) y otras simplemente de un modo más inconsciente.

P.- "El realismo desnudo de explicaciones conduce a la abstracción. Resulta ambiguo, igual que la vida humana".

R.- Esta es una idea mía, y la comparto plenamente. A mí no me gustan los narradores invasivos, los que te explican los sentimientos, las situaciones, incluso con partes más ensayísticas. Yo en este libro trato de hacer todo lo contrario. Trato de contar historias que se ciñan a los hechos. Los hechos desnudos hacen que necesites una interpretación de segundo grado. Nuestra propia vida está formada por hechos cotidianos y nosotros tratamos de darle un sentido que los articule.

P.- "La acción se desencadena por un hecho generalmente imprevisto. Lo importante es elegir bien ese acontecimiento, pues es lo que convierte una pintura de ambiente o un ejercicio de estilo en un relato".

R.-Tiene que haber algo suficientemente relevante que ponga en marcha la acción. Aunque yo en este libro he huido de hechos demasiado extraordinarios, no hay crímenes, no hay enfermedades graves ni dramáticas... He buscado hechos muy sencillos, pero con suficiente fuerza dramática. He querido huir de lo melodramático, de lo truculento, de lo tremendista.

P.- "Piensa que en la vida hay una, o como mucho dos historias exitosas. El resto son fracasos. ¿No es lógico que el escritor atienda a la mayoría de la experiencia?"
R.- Eso es una broma, en realidad. Se entiende mal fuera del cuento. Yo más bien entiendo que la idea es que cuando se escribe -al menos ese es mi caso- se hace desde la infelicidad o la insatisfacción, desde la pregunta y desde la duda antes que desde la certeza. Y a partir de ahí, hay más posibilidades de llegar a un resultado en donde haya más drama o tragedia.

P.- Y por último, le leo una más: "Los temas ya han sido todos inventados".
R.- No estoy de acuerdo, no puedo estarlo. Esto lo dicen muchos escritores. Pero, por ejemplo, la nueva tecnología que modifica nuestra conducta es un hecho nuevo que provoca temas nuevos. Lo que sí hay son una serie de interrogantes para los seres humanos que se mantienen, que son los mismos. Ahora bien: cómo lo ve cada uno, cada escritor o cada generación es lo que obliga a replantearlo todo. Lo de Borges y las tres o cuatro historias posibles está muy bien. Pero la historia de Ulises, que era una de ellas, la coge Joyce y se la lleva a Dublín, y, siendo la misma historia, cambia la guerra de Troya por la lucha cotidiana de Bloom bajo unas circunstancias muy concretas. Esa es la clave.